jueves, 5 de mayo de 2011

Estar enamorado

  • Estar enamorado, amigos, es encontrar
    el nombre justo a la vida.
    Es dar al fin con las palabras que para hacer
    frente a la muerte se precisa.
    Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel
    en que el alma está cautiva.
    Es levantarse de la tierra con una fuerza que
    reclama desde arriba.
    Es respirar el ancho viento que por encima de
    la carne respira.
    Es contemplar, desde la cumbre de la persona,
    la razón de las heridas.
    Es advertir en unos ojos una mirada verdadera
    que nos mira.
    Es escuchar en una boca la propia voz
    profundamente repetida.
    Es sorprender en unas manos ese calor de la
    perfecta compañía.
    Es sospechar que, para siempre, la soledad
    de nuestra sombra está vencida.

    Estar enamorado amigos, es descubrir dónde
    se juntan cuerpo y alma.
    Es percibir en el desierto la cristalina voz de
    un río que nos llama.
    Es ver el mar desde la torre donde ha quedado
    prisionera nuestra infancia.
    Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de
    cigüeñas y campanas.
    Es ocupar un territorio donde conviven los
    perfumes y las armas.
    Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo
    recibirla de su espada.
    Es confundir el sentimiento con una hoguera
    que del pecho se levanta.
    Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo
    ser esclavo de la llama.
    Es entender la pensativa conversación del
    corazón y la distancia.
    Es encontrar el derrotero que lleva al reino de
    la música sin tasa.

    Estar enamorado, amigos, es adueñarse de
    las noches y los días.
    Es olvidar entre los dedos emocionados la
    cabeza distraída.
    Es recordar a Garcilazo cuando se siente la
    canción de una herrería.
    Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las
    primeras golondrinas.
    Es ver la estrella de la tarde por la ventana de
    una casa campesina.
    Es contemplar un tren que pasa por la montaña
    con las luces encendidas.
    Es comprender perfectamente que no hay
    fronteras entre el sueño y la vigilia.
    Es ignorar en qué consiste la diferencia entre
    la pena y la alegría.
    Es escuchar a medianoche la vagabunda
    confesión de la llovizna.
    Es divisar en las tinieblas del corazón una
    pequeña lucecita.

    Estar enamorado, amigos, es padecer espacio
    y tiempo con dulzura.
    Es despertarse una mañana con el secreto de
    las flores y las frutas.
    Es libertarse de sí mismo y estar unido con
    las otras criaturas.
    Es no saber si son ajenas o son propias las
    lejanas amarguras.
    Es remontar hasta la fuente las aguas turbias
    del torrente de la angustia.
    Es compartir la luz del mundo y al mismo
    tiempo compartir su noche obscura.
    Es asombrarse y alegrarse de que la luna
    todavía sea luna.
    Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea
    de ser hombre es menos dura.
    Es empezar a decir siempre, y en adelante no
    volver a decir nunca.
    Y es, además, amigos míos, estar seguro de
    tener las manos puras.


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